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lunes, 17 de abril de 2017

De la serie: Literatura patológica -1-

Al borde de la manía, suplicó el enfermo:
Dejadme solo que en breve,
empiezan los juegos de luces.

Todos se fueron y solo quedó oscuridad.                      
Porque la luz era solo un destello en su mente,
que anunciaba la cruel llegada,
de voces, de ruidos de antaño,
que de jugar no sabían nada.                      

Así de a poco se fue consumiendo,
se entregó a las garras de la euforia,
cantaba a gritos, exclamaba,
convencido de estar en la gloria.                      

“Dosis urgente de Haloperidol”
Esas cuatro palabras bastaron.

Aquel enfermo cayó de inmediato,
sus risas y juegos ahí acabaron.    
                 
Se creyó un Don Nadie,
perdido de nuevo,
en un mundo de blanco, sin luces ni sueños,
¿A dónde fueron las voces y aquellos recuerdos?                      

“Traedme mi armadura, mi capa y sombrero”

Por favor cálmese, replicó el enfermero.
Inyectó otra dosis y así derrotó al caballero.

sábado, 25 de marzo de 2017

La gente que piensa - 2017

Me gusta la gente que piensa,
porque iluminan el universo,
porque hacen que tenga la energía,
para escribir estos simples versos...

Me encanta la gente que piensa,
que conoce su lugar en el espacio,
me gusta su mirada tranquila,
que prefiere la lectura y esconde el cansancio.

Me encanta la gente que sueña,
con darle la mano a este mundo,
tan colmado de indiferencia e injusticia
que parece sumido en un letargo profundo.

Me gusta que se declaren rebeldes,
contra la ignominia de la resignación,
que rían fuerte cuando leen,
cuando aman,
cuando existen,
cuando escuchan una canción.

Me gusta que marchen,
que griten,
que pregonen desde las terrazas,
que se planten ante el tirano
y ante todo defiendan su casa.

Su mente,
sus ideas,
que no les de miedo exigir,
¡es esa pasión ferviente,
por la que vale la pena vivir!

Me gusta que prendan luces y velas,
a medianoche para iluminar,
cuadernos, libros y dibujos,
que están pendientes por terminar.

Hacedores de mundos y caminos,
¿qué más se podría pedir?
¿acaso existe mayor hazaña,
que preferir crear en vez de dormir?

Son autores de grandes historias,
genios, artistas del infinito,
se camuflan por las calles,
pero son reales y no solo un mito.

Me encanta la gente que piensa,
porque al momento de descansar,
con suave calma van desatando,
su alma,
su cuerpo,
su mente,
mientras se empiezan a transformar.

Así, en medio de la madrugada,
ya no son sabios, ni aprendices,
son amantes,
son amigos,
que dejan ver sus cicatrices.

Cierran sus libros, toman su diario,
una foto, el recuerdo de un amor,
porque incluso los pensadores,
son susceptibles al dolor.

Una mañana cualquiera,
sus ojos no se van a abrir,
y algunos, en medio de lágrimas,
no sabremos dejarlos ir.

Porque en este mundo de mil sucesos,
hay quienes no se conforman con respirar,
¡ojalá no se extinguieran nunca,
quienes nos motivan a soñar!

Me gusta la gente que piensa,
porque saben que un día será el final,
y aunque su corazón ya no palpite,
su legado será inmortal.

lunes, 20 de marzo de 2017

20 de marzo de 2016.

Querida yo a los 18 años, 7 meses y 3 días:

No voy a preguntarte cómo estás, pues hace algunos días estás sumergida en París, en tu ciudad soñada, haciendo parte de una sinfonía milenaria que genios, artistas y gobernantes han compuesto, han tocado y han vivido. Estás pisando los pasos de Cortázar, apenas ordenando la ruta Rayuela que tanto anhelabas reproducir. Ahí estás: un poco cansada porque dos noches de discoteca y todo un día en el Musée du Cheval te están pasando factura, pero a vos no te importa, solo querés descubrir, tomar, mirar, sentir.

Después de buscar por más de una hora, con Gloria, por la dirección del concierto de su amiga, por fin llegaste a 19 Rue Des Gobelins, sin saber que de ahí en adelante todo cambiaría.

Querida yo de hace un año: Esta noche te vas a enamorar.

No llegaste tarde al concierto, sino justo a tiempo para encontrarte con el más bonito desastre de tu vida, para perderte en unos ojos y una risa que desde el principio, al descender por las escaleras, notaste. Gloria te va a proponer tomarte una foto con los instrumentos, y vos vas a decir que sí, a esa le va a seguir una más, esta vez acompañada del chico que hace unos minutos escuchaste tocar el órgano con destreza. ¿Sabes? Después de ese abrazo no vas a poder liberarte tan fácil, vas a anhelar cada vez más la cercanía y no sabes que acabaste de firmar un pacto con el destino, lo increíble es que no lo sabes. Él te va a contar sobre sus raíces, te va a decir que vendrá a Colombia en junio y aunque falta una pequeña eternidad para eso, eso te renueva el alma, te hace soñar con que algo más es posible. Y le das tu fecha de cumpleaños, que coincide con esa visita, aunque no imaginas que él ni siquiera va a recordarla, llegado el día.

En este momento seguro estás tomando algo de vino, hablando, esperando que inicie el nuevo concierto, ese en el que vas ver como quien acabaste de conocer, se pierde por completo en el jazz, en la música que sale por su boca, por sus manos, por sus ojos y por su cuerpo, como un torbellino inmenso que invade toda la sala, una pasión indescriptible que arrasa con las dudas de los espectadores que no sabían si quedarse en el recinto, con tus dudas sobre si tal encanto podría cautivar tan pronto. En el concierto te va a empezar a latir fuerte el corazón y te anuncio que desde ya estás atrapada y el hechizo no va a durar poco.

Autumn Leaves. Esa será la melodía que acompañará ese momento inolvidable, te va a perseguir y tu memoria la encontrará en una tarde de mayo, sin esperarlo. Autumn Leaves. Es la misma canción con la que él va a decir adiós tres meses después y vos no vas a poder hacer nada para impedirlo.


Querida yo de hace un año: Esta noche vas a volver a Rayuela.

Vas a leer un poco, a hablarle en inglés, en español, pero más que nada con miradas y con sonrisas correspondidas que te van a llenar el corazón de fuego, y mariposas y "perras negras" que se apropian de la poca razón que te queda y no sabés ni cómo ni cuándo llegaste al capítulo 7, al 93, al 1 y tratas de contarle sobre tu recorrido por París, como el infinito laberinto que se describen en esas páginas. Y ahí te das cuenta que te encanta verlo sonreír, que algo más habita en esa minúscula distancia entre tu rostro, el libro y su sonrisa.

Te van a decir varias veces que hay que irse pronto, porque es domingo y hay trabajo al otro día, porque hay estudio, porque hay rutina incluso en París, porque no todos están con tiempo libre como vos, para recorrer, ilusionarse, comer macarrons en el camino y tomar fotos de puentes y farolas e iglesias de las que ya nadie se acuerda. Pero lo que estás sintiendo es todo menos rutinario, es tan mágico que vas a aferrarte al momento, a la vida, a su suéter, vas a ansiar tomar su mano y quedarte en esa noche por siempre. Los demás se van a dar cuenta, te lo juro, van a insistirle a Gloria que te deje, que se queden un poco más porque al parecer te estás llevando muy bien con el recién conocido.

Pero no hay plazo que no se cumple y debes volver a casa. Al apartamento en Ivry sur Seine que te espera a oscuras, deshabitado, en el que vivirás una madrugada inolvidable.

Querida yo de hace un año: Esta noche vas a llorar.

Al llegar a casa aún no entendés cómo todo eso fue posible, empieza una vertiginosa espera, una búsqueda virtual de su nombre, su apellido, un conteo regresivo incierto para volver a hablarle, a verlo, para saber si le importaste o si todo fue una simple ilusión mediada por el misterio que París esconde en cada calle y que transforma las coincidencias en señales, las situaciones en leyendas. Vas a hablar con tu amiga que está al otro lado del mundo y se te van a escapar las palabras por las manos, de tal forma que no podrás ser lo suficientemente veloz para escribir todo lo que se te cruza por la mente. Has conocido al destinatario de todas tus cartas y escritos, al menos por el siguiente año, pero eso aún no lo sabés. Pero el universo sí, y es un choque tan grande, que tiene que hacértelo saber de alguna forma.

De un momento a otro, porque sí, porque no, porque nace una nueva esperanza, porque estás en París, porque fue él y no otra persona: vas a llorar. En medio de "Give love a try" y de "Can't take my eyes off you", vas a llorar muchísimo sin saber por qué, vas a derramar lágrimas por algunos minutos, sino horas, en esa madrugada solitaria. Y se te va a estremecer el alma al recordarlo todo, al imaginar lo que podría ser. Ahora te lo digo, pero deberías sospechar: nada que empiece con llanto profuso y un convencimiento absurdo de que el amor ha llegado, te puede hacer bien. Nada.

Hasta las cinco  o seis de la mañana vas a estar buscando, indagando, esperando, llorando, riendo, viendo las fotos y videos una y otra vez, hasta que por fin, por miedo a que tu tío te encuentre despierta sin explicación válida alguna, te irás a dormir, con el corazón en la mano y la vida entera pendiendo de un hilo, un hilo más en ese gran tejido que es París y que ahora concebís como tu nuevo universo.


Querida yo de hace un año: Este es solo el incio.

Claro que él te va a hablar, van a salir algunas tardes y noches, van a caminar, a tomar vino, a comer juntos, van a bailar, a tomar el metro, él te va a preguntar que si querés ser su novia y vos le vas a responder que "lo vas a pensar", lo vas a pensar en cada momento, a comprarle souvenires, le harás un pequeño libro con recomendaciones artísticas y literarias, le vas a pintar un mandala a medianoche, a invitarlo al Louvre (pero vas a terminar yendo sola). Te va a dar fiebre, naúseas, no vas a querer comer, te van a temblar las manos, te va a doler la cabeza, justo las horas antes de su segunda cita, de la noche en Le Saint, pero vas a sobrevivir. Vas a conocer a su mejor amigo, a su mamá, a su papá, a su hermana,  van a cantar juntos en un puente, vas a correr desde la salida de un tren en Montparnasse, para tratar de llegar a tiempo a Saint-Michel, haciendo una brevísima escala en Ivry sur Seine, vas a bailar con él en una esquina, a caminar de la mano por la orilla del Sena. Le vas a escribir sin respuesta alguna en muchas ocasiones, pero no te vas a rendir. Van a hacer planes juntos que nunca se cumplirán, vas a creer en promesas lejanas, vas a ayudar a buscar su teléfono y lo vas a consolar cuando lo crea perdido. En Ámsterdam, incluso en las conferencias vas a recordarlo, y vas a seguirle escribiendo una carta que empezó el 1 de abril y que aún no termina. Vas a despedirte un día en la Rue de la Huchette con la esperanza de verlo en seis días, pero el tiempo se va a hacer muy largo y ambos van a creer que esa semana es una eternidad, por lo que la despedida será difícil "y esa instantánea muerte es bella...". Esa semana encontrarás coincidencias en Rayuela, lugares comunes y te convencerás de que todo esto es una locura, "como una película", como diría él. Dolorosamente, verás que cada día que pasa es un día menos cerca a él, cada vez con menos posibilidades de encuentros.


Querida yo de hace un año: París no es para siempre.

Llegará la noche de la despedida, afuera de Saint-Michel y serán 64 días los que pasarán antes de tener la posibilidad de volverlo a ver (se convertirán en 67). Te va a parecer muchísimo, van a hacer un pacto, con llaveros, con besos, con abrazos, de una fidelidad cómplice que no pide nada a cambio, salvo la esperanza de un futuro reencuentro. Después de muchos intentos vas a lograr soltar su mano y vas a volver al Bistro 27 sola, pero embargada por la ilusión de algo que podrá ser, pero no será. 
En el avión hacia Colombia lo vas a revivir todo y al llegar a casa continuarás escribiendo un diario, cuyas entradas se titulan: "Día 1, día 3, día 5", etc. y verás pasar cada día como un nuevo siglo, como una nueva conquista en esta guerra de 64 batallas, en la contás los lunes que faltan y haces una serie de versos titulada "Otro martes sin vos". Vas a escribir muchísimo, vas a leerlo en cada cuento, a escucharlo en cada canción y vas a contar la historia, su historia juntos, como un niño cuenta su película favorita una y otra vez, con efectos especiales, con sonrisas y algunas lágrimas en ciertas partes, pero sobretodo, con un entusiasmo genuino.

Vas a tolerar su marcada indiferencia, a justificar su ausencia, los mensajes no atendidos, las llamadas sin respuesta, las noches sin sosiego, las semanas sin noticia alguna. De vez en cuando se te llenará el alma al ver un video en el que está cantando, bailando, siendo él, siendo feliz. Y no te asustará en absoluto que su corazón esté unido a otro, pues sabés que no es ese tipo de persona. Como le regalaste una manilla de Colombia (pero mirá cómo te atás vos misma a los problemas), te conmoverá ver que es lo único que lleva en su brazo en la presentación del conservatorio. Y para resistir la ausencia, leerás una y otra vez sus palabras, vas a volver a sentir "la vida en rosa" pero cada vez más dolorosa, más lejana. Vas a tener tu propia lista de canciones, una que él nunca conocerá, que se convertirán en la banda sonora de la espera, de la promesa del reencuentro, unos días más animada y optimista que otros.


Querida yo de hace un año: Te va a romper el corazón.

Después de la angustiosa espera, lo vas a volver a ver, claro que lo harás, porque la vida da infinitas vueltas y te va a permitir mirar de nuevo sus ojos y su sonrisa. No te preocupes, lo podrás volver a sentir cerca. Pero en este encuentro sus ojos no van a brillar como antes, la distancia será palpable y él va a dejar caer, como una gota que naturalmente cae sobre las hojas, la noticia de que ha conocido a alguien más. El aire se hará un poco más pesado y te invadirá una nostalgia que incluso hasta ahora me atormenta algunas noches.

Y así como si nada, así como si todo, te vas a quedar sin qué decir. Con un nudo en la garganta, pero aún llevándolo de la mano, vas a tratar de pasar un buen momento, porque no estarán solos. Al final de la noche vas a escucharlo cantar Autumn Leaves como el primer día, en un escenario improvisado, en una calle del norte de la ciudad, donde además volverán a bailar e incluso te atreverás a pegarle (con cariño). Te va a dar un último beso, vas a reconocer que es el final, porque lo estás sintiendo y al llegar a casa vas a llorar hasta quedarte dormida y así mismo los días siguientes.


Querida yo de hace un año: La historia continúa.

Seguirás escribiéndole en secreto, aún sabiendo que no ha leído ni leerá tus palabras, seguirás acudiendo a tu encuentro en cuanto te sea posible, dado que podrás ir caminando al lugar que frecuentará casi todos los días. Cada encuentro será un pequeño infarto, una reminiscencia de todo lo vivido, pero de a poco irás entendiendo que no tienes un lugar en su vida, que incluso en esta tierra antaño desconocida, ya tiene nuevos amigos e intereses. Van a hablar un poco en francés, con su hermana y su amigo, vas a practicar su idioma cuando ya de poco o nada sirve (al tratarse de él), pero seguirás siendo susceptible a su sonrisa. Tu familia (mi familia) va a rechazar su falta de interés y tu intentarás justificarlo, cada vez que alguien lo cuestiona, incluso hasta ahora.

Eventualmente tomará su rumbo a casa y la despedida definitiva será en medio de algo de baile no premeditado y un fuerte abrazo. Sin promesas, sin más esperanzas, sin fechas de regreso, sin lágrimas en público. Aún después de decir adiós, de vez en cuando tomarás tu cuaderno para escribir, en algunas ocasiones te animarás a enviarle un mensaje, sin respuesta, saldrás con otras personas, recorrerás otras ciudades y países, intentarás incluso que funcione con otras personas, tratarás de ilusionarte de nuevo, pero será en vano. Al final de los viajes, de las experiencias pasajeras, justo al fondo de todo, cuando la mente logra tomarse un respiro, seguirás viendo esa sonrisa que conociste esta noche. Mirarás lo que ha sido de su vida, más viajes y triunfos y música y una chica con la que ahora comparte su vida (aunque te niegues a aceptarlo). Vivirás con la duda de si él algún día sabrá lo que has sentido, lo que has llorado, lo que has escrito y te atormentará no saber si volverás a sentirte igual, pensarás incluso en publicar un libro con todas las páginas en las que te has aventurado.

De un momento a otro te darás cuenta de que ya pasó un año y estarás escribiéndote a ti misma, porque por fin entenderás que no tiene sentido seguirle escribiendo a él, que nunca va a leerte.

Querida yo de hace un año: Dile que sí.

Hay muchas personas que repiten, que de poder repetir el día en que conocieron a su "bonito desastre", se habrían quedado en casa. Todo lo contrario, que esta advertencia no te asuste, ve, enamórate, no te avergüences de mostrarle tu cariño en público, compártele canciones, poemas, visita su casa, vive el sueño. Ve con esto hasta las últimas consecuencias, que igual te va a doler. Arriésgate y vive esta bonita historia, que no todas tenemos la oportunidad de enamorarnos a los 18, en París. Sujeta fuerte su mano, míralo siempre a los ojos, prepárate para su ausencia y para la pérdida. Aplaude fuerte cada una de sus interpretaciones, ¡dile que sí! que estuviste pensando en él toda la noche, ríe, baila y siente todo como si no hubiera otra oportunidad, porque no la hay.

Querida yo de hace un año: Es mi momento de decir adiós.

A vos te queda un año para vivir días a su lado, para extrañarlo muchos otros más. Pero a mí se me han cumplido 365 días de conocerlo, todo un ciclo que incluye nueve meses después de "la ruptura". Por eso te escribo a vos y no a él como lo hago siempre, porque es tiempo de dejarlo ir, de mi mente, de mis letras, de mi corazón. Es tiempo de aceptar que está feliz, como siempre lo quise, que nacimos para recorrer el mundo pero no juntos, para vivir separados por 9000 kilómetros y un montos de lazos rotos entre corazones que no se van a volver a juntar. Te escribo porque no puedo seguir viviendo del recuerdo, pero me di licencia para plasmar aquí esta historia, mi historia favorita.

Querida yo de hace un año: Sé feliz pero trata de salvarte a ti misma. 

A la hora que escribo esto, pero un año atrás, seguro me encontraba absorta en su mirada. Si es que puedes leerme y las dimensiones paralelas existen, que no te de miedo, toma fuerte su mano y actúa como si fuera a durar para siempre. 


Si a pesar de todo lo dicho, no estás dispuesta a entregar tu corazón y a resistir el dolor después, si crees que vivir instantes de felicidad e ilusión en París no valen tantas horas pensando, escribiendo, mirando de lejos como él sigue haciendo su vida, sin vos... 

Si querés evitar las distracciones, las preguntas sin respuesta y volver a Colombia sin recuerdos que te aten, si querés darte la oportunidad de tener algo realista y no basado en un misterio rayueliano,  simplemente decile a Gloria que querés irte ya a casa.

Y en unas horas, cuando recibas la solicitud de amistad, simplemente presiona: Ignorar.









lunes, 11 de julio de 2016

Carta a quien pregunta por un amor a plazos.

No creo ser la más indicada para aconsejarte en este momento. 

Sin embargo, agradezco que me dejes embriagarme un poco con tu historia, que en algún punto se funde con la mía, se unen para dolernos a ambas, en diferente intensidad, pero al mismo tiempo.

Te lo he dicho ya, con otras palabras, que esta vida es un acertijo que gira en torno a un eje desconocido, vaya a saber uno por qué en Europa parece dar más vueltas que de costumbre.

Debo decir que desde que me enteré que recorrerías pasos similares a los que pude caminar hace unos meses, fui profundamente feliz por ti, porque supe desde siempre que la sola ilusión empezaría de a poco a colmar tu alma. Sin embargo, Dani, sabes que incluso antes del viaje evaluamos la posibilidad de que al mirar los astros desde otro meridiano, tu corazón podría tomar otro rumbo, soltar la brújula impuesta por la razón y la rutina; en otras palabras: que podrías enamorarte loca, perdida e inexorablemente.

Escribirte esta carta es sólo un símbolo de dulce rendición de mi parte, de tu parte. De mi parte porque al fin tengo la valentía de escribir un secreto a voces que hasta hoy solo compartía con mi diario de espera y con algunas personas como tú, que hasta ahora ha sido testigo de cómo la más bella de las estrellas ha pasado frente a mi telescopio y ha dejado solo destellos pequeñitos en medio de la oscuridad. De tu parte, porque si te escribo es porque has dejado a un lado tu equipaje, tus reservas, tu orgullo y me has contado sin reparos, cómo unos ojos del mismo color del mar mediterráneo, han robado las horas de tu último fin de semana, tus suspiros, tus lágrimas, tus pensamientos, dudas y noches en vela.

No creo ser la más indicada para aconsejarte en este momento. 

No importa si estoy en París caminando de la mano por la Rue de la Huchette con el más bonito desastre que he conocido en la vida, o si estoy en Cali con el corazón aún un poco roto y los pies en la realidad que me arrebató, recelosa, del sueño dramático en el que habité por algunos días. No importa si es de día o de noche, si he sido condenada a la felicidad, al olvido o a la derrota. Realmente poco importa que mi alma alumbre incandescente e ilusionada como una estrella, o se haya tornado grisácea y dura como un asteroide. 

Yo SIEMPRE te diré que quieras, que ames, que disfrutes, que sientas y te des la oportunidad de vivir el momento indicado, al lado de la persona indicada. Si en tus manos está volverlo a ver, construye con tiquetes, ahorros e ilusiones, un puente que llegue hacia la puerta que él abrirá, y cruzará sonriendo. Si puedes prolongar ese brillo que hay en tus ojos y en tus voz al recordarlo, HAZLO aunque después se prolongue también el sufrimiento, aunque caigas fuerte en la realidad.

Guardando precauciones respectivas y sin dejar de ser quien siempre has sido, atrévete a explorar nuevos sentimientos, nuevas historias, en aquel viejo continente que tiene impresa la poesía en cada calle, en cada mar. Te voy a decir que lo hagas, porque debes tener suficiente familia y amigos que te impulsen a actuar únicamente guiada por la razón, que te aconsejen a encerrarte en casa mientras afuera pasa el mundo, algunos se besan, otros lloran, algunos encuentran el amor (o el error) de su vida. Que no te de miedo sonreír, que no te abstengas de actuar solo por miedo a que en tus próximas noches puedas quedarte dormida entre lágrimas.

Si por el contrario, decides no insistir y dejar pasar este episodio u oportunidad (según lo veas), no te juzgaré, te apoyaré en este proceso de seguir adelante de una vez, con recuerdos intensos en los bolsillos que siempre llevarán tu mente al lugar donde fuiste feliz. Si quieres guardar lo que viviste en un cajón y cerrarlo con llave, yo misma te ayudaré a cuidarla, pero si tu corazón, como el mío, cree en que se debe aprovechar el momento cuando todavía existe la posibilidad: VIVÍ ESTO, que no le pasa a todos, ni muchas veces en la vida.

No creo ser la más indicada para aconsejarte en este momento. 

Yo por mi parte te diré que no me arrepiento de nada, que si pudiera elegir volver a mirar cualquier maravillosa atracción europea, sin pensarlo elegiría su sonrisa sincera, esa que por un momento me hizo creer que había esperanza en esa relación, en la vida, en el mundo como un mejor lugar para vivir. Que de todas las rutas posibles de el complejo metro de París, elegiría sin duda la que me lleve a la 19 Rue des Gobelins un domingo en la noche, donde él se encuentre cantando apasionadamente un jazz, que pronuncia más con su espíritu que con sus labios.

Yo por mi parte, te diré que aunque desde hace días se asoman esporádicamente algunas tormentas tristes en este cielo que solía tener breves intervalos de luz, no me arrepiento ni de un solo segundo en los que brillé a su lado. Y aunque ni él, ni quien ahora ocupa tu mente puedan entender completamente estas palabras, aún con el conocimiento entero de un diccionario, sólo diré que para enamorarme en un minuto (si es que eso fue lo que ocurrió) y para descubrir con dolor el inicio del fin, solo bastaron unas pocas miradas. Idioma universal.

Pero no me creas, te digo que hagas tu propia reflexión, al fin y al cabo...



No creo ser la más indicada para aconsejarte en este momento. 


domingo, 6 de marzo de 2016

La gente que piensa, 2016.

Me gusta la gente que piensa,
porque iluminan el universo,
porque hacen que tenga la energía,
para escribir estos simples versos.

Me encanta la gente que piensa,
que conoce su lugar en el espacio,
me gusta su mirada tranquila,
que prefiere la lectura y esconde el cansancio.

Me encanta la gente que sueña,
con darle la mano a este mundo,
tan colmado de indiferencia e injusticia
que parece sumido en un letargo profundo.

Me gusta que se declaren rebeldes,
contra la ignominia de la resignación,
que rían fuerte cuando leen,
cuando aman,
cuando existen,
cuando escuchan una canción.

Pero más que nada, me gusta la gente que piensa,
porque iluminan el universo,
porque hacen que tenga la energía,
para escribir estos simples versos.


Cascajal.

En medio del sol, del calor mezclado con el polvo, justo al lado de una vía en mal estado, me pregunto si aquí también pueden vivir lo sueños.

Veo un horizonte reducido enfrente y reposa una llanura calurosa a mi espalda, un desierto urbano con casas que se llaman con números naturales no superiores al 300 y conjuntos de niños, hombres y mujeres que se sientan juntos mientras desafían el silencio.

Vehículos grandes y ruidos de motores, susurran a su paso que una gran ciudad está cerca, pero casi siempre ellos son el medio, no el fin, la vía y no el destino.

Casi siempre, a ellos, les toca conformarse con el polvo.

19-02-2016.

viernes, 20 de marzo de 2015

No.

No te escribo porque me importes.
Ni mucho menos porque te piense en este momento.

No creas que te presto atención cuando me cuentas,
Sobre tus teorías del universo,
Ni mucho menos que estas letras,
Conforman algo parecido a un verso.

No te escribo porque no eres literatura,
Eres más bien un barco de papel,
De esos que se pierden en un pequeño río,
De esos que uno ve partir, pero no volver.

No eres literatura porque no eres hombre de letras,
Eres más de ver figuras, de vivir la acción.
No eres música porque lo que interpretas,
Como sentimiento, es un acto más de tu función.

Más aunque no te escriba, puedo ver en tus palabras,
Una persona que trasciende más allá de la opinión,
Los otros son incapaces de ver a través del humo,
Y descubrir que tras la niebla, se oculta un corazón.

Ahora no te escribo, no pienses que lo hago,
Debo apagar la pantalla y cerrar esta puerta,
Pues todo lo que hago, si no te da risa,
Seguramente a alguien te recuerda.

No eres poesía, por lo tanto intuyo,
Que no tiene sentido ponerme a recitar,
Pues aquellos minutos de charlas sin sentido
Son de los que se tiene que vivir para poder contar.

No eres muchas cosas y sin embargo te escribo,
Ya no sirve de nada que lo quiera negar.
Es largo el camino pero debo detenerme,
Y plasmar letras en la piedra antes de continuar.

No eres muchas cosas y sin embargo voy a escucharte,
Cuando hables de música o de conspiración,
En momentos de rebeldía y en los de sano juicio,
No soy de las que se cansan a la mitad de la canción.




Y he pensado que está bien.
Que es una buena introducción,
Que luego se vienen más capítulos,
Y una remota conclusión.



miércoles, 4 de marzo de 2015

Marzo 2 de 2015.

Su corazón latía rápido, en contraste con su cuerpo inmóvil.
Su corazón latía rápido, pero tenía una mirada perdida. Probablemente miraba algo más que el techo blanco, algo como las infinitas tardes que solía pasar hace más de medio siglo, en compañía de hermanos, primos y padres.
Su corazón latía rápido, pero no de pasión como antaño, cuando miraba los ojos de su esposa con inmensa ternura, al punto de querer morir de amor. Ahora era diferente y la piel adherida a su tórax lo confirmaba.

El murmullo vesicular, o su entrada de aire era normal, pero su apariencia caquética, hacía que no hubiera nada de común en aquel hombre.
Entraba oxígeno y salía dióxido de carbono, todo mediante una máscara que dejaba ver su rostro tensionado.

Su respiración era normal, pero mi mente fue más allá de la fisiología y me pregunté cuáles serían sus motivos para seguir viviendo, cada segundo.
Su respiración era normal, pero a su lado no había un solo familiar que lo alentara a seguir respirando.

Sus extremidades eran diferentes, casi impredecibles. Un camino largo de piel adherida a los huesos de brazos, y piernas, accidentada por manchas púrpuras como de tinta ardiente, referidas de tiempo atrás. Sus manos y sus pies hinchados, casi monstruosos en comparación con su cuerpo.

Sin embargo, esos brazos habían levantado pesadas cargas, y esas manos habían dado amor.
Aquellas piernas habían recorrido el camino de la vida, y sus pies habían pisado pisos áridos y fértiles.
Más aquel antebrazo sobre el que antes habían descansado hijos y probablemente nietos, ahora estaba amarrado a una camilla del hospital.
Pues aquel cerebro en el que habían vivido ideas y sentimientos, había sido catalogado como enfermo y disfuncional. Así que era necesario atar las cuatro extremidades, para evitar que un impulso de libertad sacudiera el cuerpo enfermo, y los dedos apresurados retiraran sondas, tubos, máscara, agujas y demás. 

Sólo dije "buenas noches", pero al no obtener respuesta, asimilé la situación. La expresión era tan incoherente, que no supe cómo sentirme al pronunciarla.
Como quien va por un camino de huesos, tratando de distinguir entre las costillas y el esternón,
constaté de la presencia de un corazón sano, casi cubierto por un pulmón.

Y en medio de esos ojos perdidos, de extremidades maltratadas, de manos y pies hinchados, de un rostro tensionado, confundido, de un hombre sólo cubierto por un pañal; descubrí que su corazón latía rápido.

Pero no sólo el suyo, pues entre mi segundo y quinto espacio intercostal, pude sentir, sin necesidad de estetoscopio, que mi corazón también latía fuerte, que ambos respirábamos por la misma razón: por mantenernos vivos, aunque con diferente misión.

No sabía si sonreír o romper en llanto, evidentemente debía transmitirle fortaleza. Aunque no me conociera, aunque su mente estuviera en blanco, y no entendiera lo que sucedía a su alrededor.

A sus 76 años, un corazón latía rápido, y era suficiente para que escuchara en él mi vocación,
el corazón de José Ascisclo  latía rápido, y me decía que medicina había sido la mejor decisión.

domingo, 1 de marzo de 2015

1900.

1900 quisieron empezar hace un mes esta aventura,
sólo 100 lo conseguimos.

1900 y no es justo,
que se asome en nuestro rostro el disgusto,
porque se nos pide ser mejores.

1900 con corazón apasionado,
que quisieron dejar a un lado,
los privilegios de la juventud,
para aprender a cuidar la salud.

Sólo 100 lo conseguimos,
y no en vano dirigimos,
una mirada al infinito,
dando gracias porque el mito
de obtener la admisión,
dejó de ser una ilusión.

Sin embargo no es posible,
que nuestra emoción se haga invisible,
ante el primer reto establecido,
siendo que abandonamos nuestro nido,
por perseguir el horizonte.

Equilibrio de cuerpos.

Guía de Laboratorio No. 2

Se tiene una Fuerza 1, que es la que usted ejerce, y una Fuerza 2, que es la que yo ejerzo, formando un ángulo de 90º. Es natural, si tenemos en cuenta la segunda ley de Newton, que la fuerza resultante formará una diagonal con un ángulo intermedio con una magnitud y dirección desconocida.

No todo se puede saber ni conocer, aplica para la física y para la vida.

Llego al punto de afirmar, que lo que está pasando es comparable con el sistema descrito anteriormente.
La razón por la que me es imposible conocer la dirección de lo que siento y la magnitud de los hechos, es que sé muy bien lo mucho que me estoy esforzando aquí en los 0º, pero no tengo idea alguna acerca de la fuerza que usted está ejerciendo sobre el sistema por allá en los 90º. 
Es cuestión de que su cuerpo está en un extremo del espacio, el mío en otro, y alcanzar el equilibrio entre ambos resulta una tarea en extremo difícil sino aplicamos igual esfuerzo.

Por lo tanto, la fuerza resultante, opuesta, pero de igual magnitud a la fuerza de equilibrio, dependerá de su fuerza 2, pues la fuerza 1, a mi cargo, es más que conocida.

Lo más dramático es que usted está desequilibrado, pero el equilibrio del sistema sólo se alcanzará, si así lo decide.

Peor aún, llega la medianoche, quedan sólo vectores, tensiones que varían en el tiempo, fuerzas positivas, negativas, ángulos y pocas respuestas.

Aquí sigo. Con un lápiz, un papel y una calculadora. Como si eso me permitiera conocer la dirección de estas letras incoherentes, la magnitud de los hechos y el ángulo de su punto de vista.